PLAYA BACHAS, Abril 2008. La excursión prometía un final dulce y refrescante. Era nuestro tercer día en las Islas Galápagos y habíamos caminado toda la mañana por la rocosa Isla Seymour, donde uno puede ver una colonia de lobos marinos bebes (aunque no nadar con ellos como prometen muchas excursiones), grandes grupos de Piqueros (pájaros con patas de un celeste intenso), y algunas muy cómicas iguanas terrestres.
Era uno de esos días de sol y calor agobiante, en los que uno solo quiere estar en el agua. Y eso prometió el capitán del barco que nos guiaba ese día: una tarde en la Playa Bachas, ubicada al norte de la Isla Santa Cruz. Una extensión de arena rosada (gracias a su composición coralina), solitaria, de agua cálida y con pocas olas, perfecta para el snorkel.
“Solo estaremos allí una hora”, anunció el guía (“que mala onda”, pensé yo) y continuó “porque en esa playa existen unas moscas grandes que cuando uno esta mojado pican muy fuerte porque chupan el agua de nuestra piel”. Sencillamente eran tábanos. Los hay en todas las zonas cercanas a los manglares y para nuestra sorpresa cuando uno esta seco, solo molestan y son fáciles de atrapar, pero cuando uno esta mojado son como una inyección que viene sin aviso.
Playa Bachas es algo angosta y uno debe caminar con mucho cuidado porque es una de las playas que utilizan las tortugas marinas para poner sus huevos. Es fácil identificar por donde pasaron de ida o de regreso al mar porque dejan en la arena una huella similar a la de un tractor.
Sin embargo cuando la arena firme se acaba es muy difícil saber dónde están los nidos y el mayor peligro para ese ecosistema tan frágil es que los turistas circulen libremente bronceador en mano durante toda una tarde.
“Caminen con cuidado, respetando la señalización y lo más cerca del agua posible”, nos pidió el guía al llegar, para evitar pisar nidos y huevos. No fue necesario.
Los tábanos están ahí para marcar el límite porque cuanto mas del agua te alejas más rápido tenés que correr para volver a ella y así evitar sus picaduras. Los tábanos están ahí para decir "ya fue suficiente", porque llega un momento que pedís por favor volver al barco mar adentro.
Los tábanos, hijos de la sabia naturaleza, están ahí para proteger de la imprudencia del hombre, el futuro de una especie milenaria y en franco peligro de extinción.
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